La piel del mundo
Graciela Hasper y la superficie como territorio de investigación y prueba
Por Rafael Cippolini
Primero las curvas, luego las uñas y las tortugas,
más adelante la línea enrulada, el damero,
los círculos puros, etc.
Victoria Noorthoorn
Hasper se dedicó, en un sentido epicúreo, a cultivar
las plantas de su propio jardín.
Ana Martínez Quijano
Esta pintura afónica tiene el encanto singular
de su vaciamiento deliberado.
Rosa Faccaro
El Teorema de las Trillizas Hasper. Antes que nada, entender que no existe una sola Graciela Hasper, sino (al menos) tres. Exactamente: tres versiones en una. Me hubiera encantado que se me ocurriera a mí, pero es una proposición de Victoria Noorthoorn. En su texto seminal, de título Hasperiana, descubrimos que existen en simultáneo una Hasper modernista, otra barroca, y una más posmoderna. Aclaremos que no se trata de caracteres, sino de procedimientos que conforman un excelente aparato de lectura que resulta necesario revisar y capitalizar. La primera versión de la artista, de sensibilidad abstracta, sin duda es la más evidente. No tanto por sus referencias, sino por sus usos, por reutilizar modos de hacer que no proceden de un mismo lugar, ni categoría, nombres que se vuelven prácticas, desde Mondrian a Malevich, pero asimismo Albers, Sol Lewitt o Carlos Silva, todos ellos repensados como instrumentos. Cada cual una condensación de posibilidades a reconfigurar. Fudamentales en su lista una joven Josefina Robirosa, pero también (de otro modo, ya veremos) un giro muy singular de esa tradición que comienza con el único número de la revista Arturo, trasvasándola a otros tiempos y demás lecturas. En la Hasper barroca, tal como señala Faccaro en el epígrafe y se encarga de subrayar Noorthoorn, “las superficies se presentan frontalmente, sólo que ahora vaciadas, desprovistas de utopías o de resistencia. Lejos de representar, presentan: actúan como presencias activas (...) Podemos pensar que la artista redefine el modernismo a partir de comprenderlo como ficción”. Que quede claro: esas superficies se vacían no para señalar la ausencia, el despojo, sino todo lo contrario, invitando a una nueva acumulación táctica. Otros enunciados, y con ellos otros usos. Otros modos de disponer. La manera en que en la actualidad utilizamos el término ficción, resaltemos, tiene apenas más de un siglo. Etimológicamente deriva de fictus, inventado, o bien fingere, fingir. Pero más que nada de fictio que significa hacer, modelar o moldear. La ficción es un permiso para volver a narrar de otro modo, para poner en escena alternativas que de otra forma nunca serían tenidas en cuenta. Al mismo tiempo fábula e hipótesis. El mayor territorio de probabilidades. La ficción es uno de los recursos más existosos -sino el más- de la modernidad en adelante. ¿Acaso en una época de fake news y A.I. que vuelven verosímil cualquier cosa, el interrogante creciente no será qué es lo real? Un novísimo carnaval planetario donde los roles y los signos se invierten. Por último, nuestra Hasper posmoderna -como también queda resaltado en Hasperiana- puede sintetizarse ejemplarmente en dos de los más acabados postulados de ambos Madí (y lo digo así instando a que, de una vez por todas, aceptemos que hubo dos Madí): “La invención implica primero la imaginación aflorando en todas sus contradicciones”, y “el desarrollo del tema propio, la ludicidad y pluralidad como valores absolutos” (sucesivamente, alocuciones de Carmelo Arden Quin y Gyula Kosice).
Más allá y acá del malentendido y la traducción. Como suele suceder con tantas trillizas (en nuestro país tenemos algún célebre ejemplo), muchas veces nos es difícil reconocer cuál es cuál. Y en el caso que nos ocupa, estoy seguro que esta condición debe recibirse como una potencia. Por esto mismo, en el momento en que nombramos a los procedimientos y recursos, no es desatinado repasar la noción de doppelgänger, o sea, un doble caminante -que en esta oportunidad sería un triple-, presencias de enorme parecido y parentesco complejo (si es que existe tal cosa). Como enfatiza Gabriel Pérez Barreiro desde la transcripción de su ponencia en Forma es contenido - Cruces entre lo local y lo universal en el arte abstracto, en Apex Art, Nueva York, en junio de 2001, evento organizado por Hasper y publicado en el número 18 de la revista ramona en noviembre del mismo año, “El problema tiene que ver con la manera en que automáticamente igualamos estilo visual con significado. (...) Nos estamos manejando con un lenguaje que se postula como universal y al mismo tiempo está cargado de localismos”. Esta situación produjo muchos desfasajes, lo que hizo que el discurso historiográfico de los grandes centros artísticos zozobrara en no pocas oportunidades. Prosigue Pérez Barreiro: “El marco recortado fue inventado en Argentina en los ‘40 y no en Estados Unidos en los ‘50. La escultura de neón fue hecha primero en Argentina. (...) La idea de la ciudad en el espacio fue algo que sucedió en Buenos Aires más o menos simultáneamente con Constant en Holanda.” Insisto: estos desarreglos de fechas y tópicos suceden a nivel internacional, o sea en el plano macro, pero también en el micro, las Trillizas Hasper, superando su propia sucesividad, comenzaron progresivamente a entremezclar sus hallazgos, multiplicando sus efectos. De tal modo que La piel del mundo interconecta obras de diferentes períodos y búsquedas, que nos permiten visualizar otros límites, distintas continuidades. Tanto en las narrativas (y morfologías) internas como en las externas, dando cuenta de otro tipo de personajes conceptuales.
¡Hasperworld! Cuando decimos color invocamos pigmentos, memoria, temperaturas, códigos, productos industriales, sensaciones, especulaciones, correspondencias, intensidades, materias varias, vibraciones y la lista podría extenderse hasta el hartazgo. Para Michel Pastoreau, antropólogo de formación, el color es ante todo una construcción cultural. Tan así, que el año pasado en una entrevista dijo: “Si un romano llegara a nuestro presente, le extrañaría ver tanto azul marino”. Fue quien nos enseñó que cada color tiene su historia particular (especialmente en los registros de los antiguos tintoreros, minuciosos especialistas). Definitivamente son los colores los que nos eligen a nosotros. Nos capturan, inoculándonos información en complicidad con nuestros sistemas perceptivos. Jakob von Uexküll (1864-1944), fundamentalmente biólogo, acuñó la noción de Umwelt, traducible como mundo circundante, aseverando que los órganos sensoriales de los seres vivos son los que generan la percepción subjetiva del mundo, lo que es decir “cada organismo tiene una forma única de percibir y experimentar el mundo”. Por eso estaba convencido de que cada animal tiene “su propia paleta de colores basada en su percepción visual”, y que si dudas es muy diferente a la nuestra. Como pionero de la biosemiótica, aseveró que los colores suelen actuar como señales que cada organismo utiliza para interactuar con su entorno; demasiado cerca de eso que llamamos sensibilidad. Puestos a extremar, cada artista posee su Umwelt, generando formas que le aportan respuestas que actúan como bombas de tiempo: se van volviendo evidentes. Una exhibición como La piel del mundo podría considerarse un modelo a escala, también un muy buen muestrario de la actual Umwelt hasperiana, articulada a partir de muchas memorias y un paradigma dual modulando las proyecciones de Uexküll y Pastoreau. Pero más específicamente en a adscripción que Hasper toma de los neoconcretos brasileños (Hélio Oiticica, Lygia Clarck, Lygia Pape,etc): “Creemos que la obra de arte supera el mecanismo material sobre el cual reposa”. Aquello que Noorthoorn señala como “la extención de sus intereses a nuevos recorridos imaginarios, (...) su propia necesidad lúdica y emocional de generar una nueva visualidad a partir de la recuperación de la historia. (...) Se postula a favor de la expansión de la obra más allá de sí misma cuando concibe cada uno de sus colores como representaciones del mundo (blanco: luz total; negro: noche, miedo oscuridad, azul: mar frio; amarillo: sol)”.
Revisionar y ampliar a vuelo de pájaro (con salud de los intersticios). En este recorrido de relecturas no podía faltar las oportunas reflexiones de José Emilio Burucúa. Como cuando afirma: “Nuestra Hasper realiza su trabajo dentro del horizonte de la geometría visual que cultivaron las vanguardias de los abstractos y los concretos del siglo XX, dilata el campo como si la mirada se elevase a vuelo de pájaro por sobre el mapa de la pintura e incorpora al sistema moderno de la geometría estética experiencias hasta hoy desconocidas”. Mientras sigue expandiendo su cruzada pictórica a distintos soportes: tejas, cubos cerámicos y esculturas cúbicas de gran tamaño, resuena aún la declaración de Burucúa sobre los estados emocionales de muchos elementos que sus obras desencadenan. “La obra de Graciela Hasper nos permite volver a sentir que el fin más alto del arte y la ciencia consiste en aminorar nuestro dolor”. Un arte que puede incorporar de manera subrepticia o al menos lateral tanto una ataraxia como una eudemonología, en el sentido en que lo expresa Ana Martínez Quijano en su epígrafe correspondiente.
PostCoda. No es tan difícil estar seguro -y sin saberlo-, más que nada por sus dichos y declaraciones, que la intensa candidez de Sonia Delaunay era del todo genuina. Alguna vez me pareció demasiado, pero finalmente terminé rindiéndome cuando de alguna manera supe que su tierno desparpajo era parte de su sistema, y no tenía competencia. Sonia se supo quejar de haber sido colocada en las artes decorativas y de no haber sido admitida como pintora completa. Gachi, contrario sensu, hizo de lo decorativo un elemento de provocación. Me suelo sentir cerca de aquellos artistas que tienen una relación singularísima con el color, quizá hasta el punto de la patología. De aquellos que viven el color de un modo diferente al que lo experimentamos el resto de los mortales. Gachi es una de ellas. Indudablemente también Sonia. Si hablamos de sus versiones, no sabemos -ni sabremos- cuántas tuvo. Pero sí que dijo: “Todo es sentimiento, todo es verdadera alegría. El color me trae alegría. El color es la piel del mundo.”
Mayo y 2025